martes, 5 de mayo de 2009

TESTAMENTO DE CARLOMAGNO

Resolvió hacer un testamento en el cual designó como herederos de parte de sus bienes, a sus hijas y a los hijos de sus concubinas, pero como lo comenzó tarde, no llegó a darle término. Sin embargo, tres años antes de su muerte hizo la divisón de sus tesoros, dinero, vestidos y algunos muebles ante sus amigos y servidores, y les encomendó que luego de su deceso se cumpliera por sus buenos oficios la distribución que había realizado. Luego hizo consignar en un inventario lo que habría de hacerse con cada una de las partes de la división.

He aquí lo que su texto dispone:

En el nombre del Señor Dios omnipotente, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ésta es la descripción de la división realizada por el muy glorioso y devoto señor Carlos, emperador augusto, en el año 811 de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, 43o de su reinado en Francia, 36o de su reinado en Italia y lio del imperio, en la 4a indicción. Con pía y prudente consideración ordenó que se realizara todo lo dispuesto, y llevó a cabo, con la anuencia del Señor, la división de los tesoros y del dinero que se encontró aquel día en su cámara.

Así quiso sobre todo tomar providencia no sólo para que se llevara a cabo con su dinero, y de manera ordenada y metódica, la caridad de las limosnas, que los cristianos practican habitualmente, sino también para que, eliminada toda ambigüedad, sus herederos pudieran conocer con claridad lo que pertenecería a cada uno, y dividir de este modo las partes sin litigio ni contienda.

Con esta intención y con este propósito dividió primero en tres partes todos los objetos y bienes muebles de oro, plata, piedras preciosas u ornamento real encontrados aquel día, como ya se dijo, en su cámara. Una de estas partes la reservó íntegra; y subdividió las otras dos en veintiuna, -tal es el número de ciudades metropolitanas de su reino- a fin de que cada una de las metrópolis recibiera una de esas partes por mano de sus herederos y amigos, y a título de limosna. Luego los arzobispos rectores de las iglesias metropolitanas dividirirían cada uno de los lotes, de este modo: un tercio, para su iglesia; y los otros dos, a distribuir entre sus sufragáneos.

Cada una de las porciones divididas entre las veintiuna ciudades metropolitanas, a partir de las dos primeras partes, se guardó en un cofre, separada de la otras, con la inscripción de la ciudad a la cual debería finalmente enviarse. Los nombres de las metrópolis destinadas a recibir esta limosna o largueza son: Roma, Rávena, Milán, Friul, Grado, Colonia, Maguncia, Juvavum, llamada también Salzburgo, Tréveris, Sens, Besan-zón, Lyon, Rouen, Reims, Arles, Viena, Darantasia, Embrun, Burdeos, Tours y Bourges.

Habiéndose guardado bajo sello estos dos tercios, divididos como ya se dijo, dispuso que la única parte que quiso reservarse íntegra, compuesta por bienes, que consta no han sido alienados por ninguna obligación, del dominio de su poseedor, se empleara para su sustento cotidiano, mientras él permaneciera con vida, o juzgara que su uso le era necesario.

Luego de su muerte o de su renuncia voluntaria a los bienes terrenales, esta parte se subdividiría en cuatro: una de ellas se agregaría a las referidas veintiuna; otra, habría de dividirse de forma justa y razonable, entre sus hijos e hijas, y los hijos e hijas de sus hijos; la tercera, como era costumbre entre los cristianos, se repartiría entre los pobres; y la cuarta, se distribuiría de igual modo, a título de limosna, para sustento de los servidores y servidoras del palacio.

A esta tercera parte del total, consistente, como las otras dos, en oro y plata, quiso que se añadieran todos los vasos y utensilios de bronce, hierro u otros metales, sus armas, sus vestidos, y sus bienes muebles, preciosos o comunes, y de variados usos, tales como cortinas, cobertores, tapices, fieltros, pieles, albardas y todo lo encontrado ese día en su cámara y en su guardarropa. Incrementó así este lote para que las limosnas pudiesen llegar a mayor número de personas.

Ordenó que su capilla, es decir, el servicio eclesiástico, permaneciese íntegra y sin ninguna división, tanto lo que él había alcanzado a reunir, como lo que había recibido por herencia paterna. Si se encontraran vasos, libros, u otros ornamentos, que claramente constara no hubieran sido donados por él a dicha capilla, quien quisiera podría poseerlos, previo pago de un precio razonable. Resolvió igualmente que los interesados en poseer los numerosos libros que integraban su biblioteca, pudieran adquirirlos por un precio justo, y que el dinero obtenido se distribuyera entre los pobres.

Entre otros tesoros y riquezas, se sabe que poseía tres mesas de plata, y una de oro, de gran tamaño y muy pesada. Determinó que una de ellas, de forma cuadrangular, que tenía grabado un plano de la ciudad de Constantinopla, fuera llevada a Roma, a la basílica del apóstol S

Estas resoluciones fueron tomadas y establecidas por Carlos en presencia de los obispos, abades y condes que entonces pudieron hacerse presentes, cuya nómina es la que sigue:

Obispos: Hildebaldo, Ricolfo, Arn, Wolfario, Bernoino, Laidrado, Juan, Teodulfo, Jesse, Heito y Waltgaudo.

Abades: Fridugiso, Adalungo, Bngilberlo e Irmino.

Condes: Walah, Meginhcr, Otulfo, Esteban, Unruoco, Burcardo, Meginardo, Hatto, Ricuino, Edo, Ercangario, Geroldo, Bero, Hildigerno y Rocolf'o.

Luego de su muerte lo sucedió por voluntad divina su hijo Luis, quien luego de tomar conocimiento de estas disposiciones, puso el mayor empeño en llevarlas a cabo tan rápidamente como le fue posible.

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