martes, 5 de mayo de 2009

GUERRA DE ESPAÑA

Mientras se desarrollaba contra los sajones una guerra intensa y casi ininterrumpida, Carlos, luego de ubicar destacamentos militares en los lugares adecuados de la frontera, atacó España (1) con los mayores aprestos bélicos de que pudo disponer. Después de atravesar la garganta de los Pirineos, obtuvo la rendición de todas las fortalezas y todos los castillos que había encontrado a su paso, y volvió con su ejército intacto e incólume, si exceptuamos que al regreso, en la cumbre misma de los Pirineos, debió experimentar por un instante la perfidia de los vascos. Mientras el ejército avanzaba en larga fila, según lo permitía la estrechez del lugar, los vascos, dispuesta una emboscada en la cumbre del monte más alto -lugar apto para las emboscadas por el espesor de los bosques, que eran allí abundantísimos- descienden desde las cimas y arrojan al valle inferior el convoy de la retaguardia y a los escuadrones que marchaban dando apoyo a los últimos destacamentos, y protegían a quienes iban delante. Una vez trabado el combate, matan hasta el último hombre, y luego de arrebatar los bagages, protegidos por la noche que ya caía, se dispersan con la mayor rapidez. En esta acción los vascos tuvieron a su favor la liviandad de sus armas y el lugar en que se llevó a cabo la batalla, mientras que los francos se mostraron inferiores en todo, a causa de sus pesadas armas y del terreno desfavorable. En este combate fueron muertos Egihardo, maestresala real, Anselmo, conde del palacio, Rolando, prefecto de la marca de Bretaña, y muchos otros. Hasta el momento no pudo ser vengada esta derrota, ya que el enemigo, perpetrados los hechos, se dispersó en tal forma, que no quedó noticia de en qué lugar del mundo pudiera ser buscado.


(1)Luego de cruzarlos Pirineos, Carlos toma Pamplona y «hafragosa. CuandorelornaaFrancia.elejércitoes derrotado por los vascos eneldesfiladerode Roncesvalles el 15 de agostode778. Eginardo disimula con eleganc.ala entidad de laderrota. En este hecho se inspira tres siglos después Lachanson de Roland.

GUERRA DE BRETAÑA

Carlos derrotó también a los bretones (1), que vivían hacia el occidente, en un extremo de la Galia, sobre el litoral del océano. Puesto que se negaban a obedecerlo, envió contra ellos una expedición militar que los obligó a ofrecer rehenes y a prometer que harían cuanto se les ordenara.

GUERRA DE BENEVENTO

Luego ingresó a Italia (2) al frente de su ejército, y pasando por Roma, llegó a la ciudad de Capua, en Campania. Allí estableció sus campamentos y amenazó a los beneventanos con la guerra si no se rendían. Pero Aragiso, duque de este pueblo, evitó que el enfrentamiento llegara a producirse. Envió a sus hijos Romualdo y Grimoldo al encuentro del rey, con una gran suma de dinero, y le rogó que los recibiera como rehenes. Prometió que él y su pueblo harían lo que les fuera ordenado, con esta única condición: que él mismo no fuera obligado a presentarse ante el rey. Este, considerando más el provecho de su pueblo que su propia inclinación, recibió a los rehenes enviados, y concedió al duque, como gran merced, que no compareciera personalmente. Por amistad, retuvo a su hijo menor como rehén y envió el mayor a su padre. Luego que los legados del rey llegaron donde Aragiso para exigir y recibir de los beneventanos los juramentos de fidelidad, Carlos vuelve a Kom;<>


(1) Los bretones, que habían llegado del otro lado de la Mancha, eran pueblos muy diferentes a sus vecinos, por origen, costumbres, lengua y organización social. Rebeldes ya a los mero vingios, continuaron insumisos hasta tiem pos posteriores a Luis el Piadoso. Esto provocó la creación de la Marca de Bretaña, avanzada del imperioen el noroeste.

(2) Se narra la tercera expedición a Italia, de 786, que completa el dominio de Carlos en la región, y adjudica al papado algunos territorios conquistados, como Capua.

GUERRA DE BAVIERA

Luego estalló repentinamente la guerra en Baviera, y finalizó poco tiempo después. Fue provocada por la soberbia y por la necedad del duque Tasilón (1). Este, impulsado por su mujer, que era hija del rey Desiderio y pensaba poder vengar por medio de su marido el exilio de su padre, concertó una alianza con los hunos, que tenían al Oriente frontera común con los bávaros. De modo que resolvió desobedecer las órdenes recibidas e intentó además provocar una guerra. Su contumacia era demasiado grande para que el enérgico carácter de! rey pudiera soportarla. Una vez reunidas numerosas tropas en diversos lugares, Carlos, con la intención de atacar Baviera, llega con un gran ejército al río Lech, que separa a los bávaros de los atamanes. Establecidos los campamentos en sus riberas, untes de penetrar en la provincia decidió indagar por medio de sus legados las intenciones del duque. Pero éste, viendo cla-ramenlc que ni para sí ni para su pueblo sería de utilidad actuar con pertinacia, se presentó suplicante ante el rey, entregó los rellenes exigidos, entre ellos su propio hijo Teodón, y juró además no prestar oídos a nadie que quisiera persuadirlo a la rebelión. Así finalizó muy rápidamente una guerra que parecía destinada a convertirse en una de las más duras.

Poco tiempo después Tasilón fue llamado a comparecer ante el rey y no se le permitió regresar a la provincia que había poseído, cuyo gobierno no se encomendó en adelante a un duque, sino a condes.


(1) El duque delosbávaros mantenía una dudosa sumisión al rey franco. Sus contingentes, sin embargo, habían participado en la expedición aEspaña del 778. La derrota de los francos en Suntelgebirge en 782 incentivó alos bávaros ala revuelta. Vencidos los sajones, Carlos, ante el rechazo del duque Tasilón a comparecer en la asamblea de Worms, eignorando el apoyo del papa a los bávaros, invade Baviera y provoca, sin enfrentamiento bélico importante, la capitulación de dicho duque en el año787. Eginardo omitequeun año después Tasilón es condenado a muerte, luego de haber sido juzgado por haber violado su juramento de fidelidad a Carlos.

GUERRA CONTRA LOS WELATABOS

Pacificadas así estas rebeliones, se comenzó una guerra contra los eslavos, a quienes solemos llamar wiltzes, y que reciben en su propia lengua la denominación de welatabos. En ella, como auxiliares, también participaban los sajones, entre otras naciones que obedecían al rey y seguían sus pendones, aunque lo hacían fingidamente y con escasa devoción. El motivo de la contienda fue que los abroditas, antiguos aliados de los francos , sufrían en su territorio continuas incursiones de los welatabos, a quienes no se pudo doblegar con meras advertencias.

Muchas naciones viven alrededor de un mar que se extiende desde el océano occidental hacia el oriente. Su longitud es desconocida, su latitud en ningún lugar excede los cien mil pasos, y en muchos sitios es aún más estrecha (1). Los daneses y los suecos, a los que llamamos normandos, ocupan el litoral septentrional y todas las islas. El litoral austral lo pueblan los eslavos, los aisles y otras naciones, entre las que se destacan Ion welatabos, a quienes el rey hacía entonces la guerra (2).

Carlos los venció y aplastó de tal manera con una sola expedición conducida por él mismo, que decidieron no ser en adelante renuentes a las órdenes recibidas.

(1) La descripción del mar Báltico deja bastante que desear.

(2): Al oriente de Sajonia, Turingia y Baviera, se encontraban los pueblos eslavos. Ocupaban las tierras que se extendían desde el Danubio al Elba. Los abroditas, como dice Eginardo, mantenían relaciones con los francos. Los sorabos y welatabos eran rebeldes. Las expediciones contra estos pueblos fueron muchas y de variada intensidad Sólo los carintios, al sur del Danubio, habían sido evangelizados en 769 por el obispo irlandés Virgilio.En tiempos de Carlomagno sólo ellos fueron sometidos, y esto de modo parcial.

GUERRA CONTRA LOS AVAROS

A esta guerra sucedió la mayor de todas las emprendidas por Carlos, excluida la de Sajonia. Me refiero a la guerra contra los avaros o hunos (1). La dirigió con mayor ahínco y destinó a ella mayores recursos que a las otras. Sin embargo, sólo encabezó personalmente una expedición, contra Panonia, provincia entonces ocupada por este pueblo, y encomendó la realización de las otras a su hijo Pipino, a los prefectos de las provincias, y también a sus condes y legados. Aunque fue conducida por ellos con el mayor esfuerzo, esta guerra se prolongó por ocho años.

Cuántas batallas se libraron en ella y cuánta sangre fue vertida lo testimonian Panonia, hoy completamente desierta, y el lugar donde se erigía el palacio real del Khan, totalmente abandonado y sin vestigios de vida humana. En esta guerra pereció por entero la nobleza de los hunos y sucumbió toda su gloria; la riqueza y los tesoros por largo tiempo acumulados les fueron arrebatados, y no hay memoria humana que pueda recordar otra guerra contra los francos que los haya beneficiado más, y haya acrecentado tanto sus riquezas. En efecto, ellos, que hasta entonces parecían casi pobres, encontraron tanto oro y plata en el palacio real, tantos despojos preciosos tomaron en estas batallas, que puede pensarse con razón que los francos quitaron con justicia a los hunos aquello que antes los hunos habían arrebatado injustamente a otros pueblos (1).

Solamente dos de los proceres francos perecieron en esta guerra: Erico, duque de Friul, sorprendido en Liburnia, cerca de la ciudad marítima de Tersatto, en una emboscada tendida por sus habitantes, y Geroldo, prefecto de Baviera, muerto en Panonia por un desconocido, con dos compañeros que lo escoltaban solos, cuando ordenaba su escuadrón para el combate y cabalgaba exhortando a todos a la lucha contra los hunos. Por lo demás esta guerra fue para los francos casi incruenta y tuvo un felicísimo final, aunque por su magnitud demandó mucho tiempo.

Después de esta guerra, también la de Sajonia recibió un fin adecuado a su larga duración. La de Bohemia y la de Linonia, surgidas posteriormente y conducidas por Carlos el Joven, finalizaron con rapidez.

(1)Hemosintentadoconservare! curiosoencadenamientode ideas que en este fragmento presenta Eginardo. Obsérvese además cómo el autor distingue acciones semejantes con expresiones adverbiales de sentido opuesto, según los agentes de las mismas sean los francos o los hunos.

GUERRA CONTRA LOS DANESES

La última guerra se emprendió contra los normandos (1), llamados daneses, quienes primero habían practicado la piratería y luego, con flotas mayores, devastaban las costas de Galia y de Germania. Su rey Godofredo estaba henchido por la vana esperanza de colocar bajo su poder toda Germania; y consideraba también a Frisia y Sajonia como provincias que le pertenecían. Ya había reducido a su autoridad a los abroditas, pueblo vecino, y los había convertido en tributarios. También se jactaba de que en breve habría de llegar con grandes ejércitos a Aquisgrán, donde se hallaba la corte del rey Carlos. Aunque sus amenazas eran vanísimas, no se les negaba totalmente el crédito, y se pensaba que algo de esto habría intentado si no lo hubiese alcanzado repentinamente la muerte. Fue muerto por su propio guardaespaldas y el fin de su vida precipitó el de la guerra por él comenzada.

(1) Bajo la denominación de hombres del norte, normandos, se incluía entonces a daneses y a noruegos. Estos enfrentan a Carlos desde el inicio de su reinado, y devastan con continuas incursiones todas las costas del imperio. En 782 dan asiloaWiduking,el indomable jefedelossajones. Carlos tomaen contra de ellos numerosas disposiciones: constitución de la marca normánica en la desembocadura delElba; inspección y fortalecimientodelas costas; reparación de faros; y construcción de barcos.

PUEBLOS SOMETIDOS POR CARLOMAGNO

Estas son las guerras que durante los cuarentaisiete años de su reinado, este poderosísimo rey llevó a cabo en diversas regiones de la tierra, con la mayor prudencia y felicidad. Gracias a ellas el reino de los francos, que había recibido de su padre Pipino ya grande y poderoso, fue tan notablemente ampliado, que casi duplicó su extensión. Anteriormente, excluidos los alamanes y los bávaros, que estaban subordinados al poder franco, el reino se limitaba a la parte de Galia que se extiende entre el Rin y el Loira, el océano y el mar de las Baleares, y a la parte de Germania habitada por los francos llamados orientales y situada entre Sajonia y el Danubio, el río Rin y el Sala, que separa a los turingios de los sorabos. Por medio de las guerras mencionadas Carlos anexó primero Aquitania, Gascuña, toda la cumbre de los Pirineos, y hasta el río Ebro, que nace en Navarra, y atravesando los fértilísimos campos de España desemboca en el mar Balear, bajo las murallas de la ciudad de Tortosa. Luego, toda Italia, que se extiende a lo largo de más de un millón de pasos, desde Aosta a la Calabria inferior, donde se sitúan los confines de los griegos y los beneventanos. Luego añadió Sajonia, que ocupa una parte no pequeña de Germania, de igual largo que la habitada por los francos, y de un ancho que puede estimarse en el doble de ésta. Después anexó las dos Panonias y Dacia, ubicada en la otra ribera del Danubio, también Istria, Libumia y Dalmacia, con excepción de las ciudades marítimas, que permitió conservar al emperador de Constantinopla, en virtud de la amistad y la alianza que los unía. Finalmente logró someter y convertir en tributarias a todas las bárbaras y feroces naciones que pueblan Germania, entre los ríos Rin y Vístula, el océano y el Danubio, pueblos de lenguas similares, pero muy distintos en sus costumbres y hábitos. Se destacan entre ellos los welatabos, los sorabos, los abroditas y los bohemios, a quienes enfrentó en la guerra. Los otros, que eran mucho más numerosos, se sometieron voluntariamente.

PACTOS DE AMISTAD CON OTROS REYES

También acrecentó Carlos la gloria de su reino, estableciendo amistosos vínculos con otros reyes y pueblos.

Logró granjearse la simpatía del rey Alfonso de Galicia y Asturias (1) a tal punto, que cuando éste le enviaba sus cartas o legados ordenaba que lo llamaran "hombre de Carlos".

Gracias a su liberalidad logró que los reyes de Escocia se mostraran tan dispuestos a satisfacer su voluntad, que siempre lo llamaban señor, y declaraban ser sus subditos y siervos. Existen cartas enviadas por ellos que manifiestan tales sentimientos en relación a él.

Mantuvo una amistad tan cordial con Aaron, rey de los persas, quien, exceptuada la India, dominaba casi todo el oriente, que éste anteponía el afecto de Carlos a la amistad de los otros reyes y príncipes de la tierra, y pensaba que sólo él merecía ser honrado con su consideración y munificencia. Por consiguiente cuando se presentaron a Aaron los legados que Carlos había enviado con ofrendas al santísimo sepulcro de nuestro Señor y salvador, y al lugar de su resurrección, y le expresaron la voluntad de su señor, no sólo accedió a lo solicitado, sino que también concedió que aquel lugar sagrado y salvador estuviera bajo la potestad del rey franco. Junto a los legados de éste, que retornaban, dirigió también a los suyos, con grandes presentes: vestidos, perfumes, y otras riquezas de las tierras de oriente. No hacía muchos años había enviado, respondiendo al ruego de Carlos, el único elefante que entonces poseía.

También los emperadores de Constantinopla, Nicéforo, Miguel y León, le enviaron numerosos legados, para solicitar voluntariamente su amistad y su alianza. Sin embargo, cuando recibió el título de emperador, ellos llegaron a recelar que él quisiera arrebatarles el imperio. Por tal motivo estableció con ellos un tratado firmísimo para que no subsistiera ninguna ocasión de escándalo. El poder de los francos era siempre sospechoso para romanos y griegos. De ahí, este proverbio griego: "Tienes a los francos como amigos porque no los tienes como vecinos."


(1) Alfonso el católico, yerno de Peí ayo, es elegido para regir el pequeño reino godo, y muere en 756. Eginardo se refiere aquí a su nieto Al fonso II. el casto. Este envía en 797, una embajada a Aquisgrán con cautivos musulmanes y presentes. Finalmente esta sumisión a Carlos provocó la rebeldía de los celosos nobles de Asturias, quellegaron a deponer provisoriamente al rey.

OBRAS DE EMBELLECIMIENTO DEL REINO

Si bien Carlos se destacó sobre manera en la labor de ampliar su reino y someter a los pueblos extranjeros, y consagró mucho tiempo a estas tareas, pudo además comenzar en diversos lugares muchas obras de embellecimiento o de utilidad para el reino, y logró terminar algunas. Entre ellas, con sobrado motivo pueden ser vistas como principales, la admirable construcción de la basílica de la santa madre de Dios en Aquisgrán, y el puente sobre el río Rin, en Maguncia, de quinientos pasos de largo (tal es allí el ancho del río). Este puente fue destruido por un incendio un año antes de la muerte de Carlos, y aunque estaba en su propósito sustituir la madera por piedra, no pudo rehacerlo, a causa de su precipitado deceso.

Comenzó a edificar dos egregios palacios (1), uno no lejos de la ciudad de Maguncia, cerca de Ingelheim, y otro en Nime-ga, sobre el río Wahal, que baña el sur de la isla de los bátavos. Cuando advirtió que las iglesias de su reino ostentaban una ruinosa vejez ordenó a los obispos y prelados encargados de su cuidado, que las restauraran, y por medio de sus legados puso especial empeño en que se cumplieran estas disposiciones.

CONSTRUCCION DE NAVES PARA COMBATIR A LOS NORMANDOS

También creó una flota (2) para combatir a los normandos, y a estos efectos construyó naves, junto a los ríos que desde Galia y Germania confluyen en el océano septentrional. Y como los normandos devastaban con asiduos ataques el litoral de dichas provincias, distribuyó guardias y centinelas en todos los puertos y desembocaduras de los ríos por donde se preveía que podrían penetrar navios, para impedir que el enemigo pudiese escapar por allí. Lo mismo hizo en el sur, en el litoral de la provincia de Narbona y de Septimania, y también en todo el litoral de Italia, hasta Roma, para enfrentar a los moros, que comenzaban entonces a practicar la piratería. Gracias a estas medidas, en tiempos de Carlos, ningún daño grave sufrió Italia por parte de los moros, ni Gaüa y Germania por parte de los normandos. Hay que exceptuar a la ciudad de Centumcellae (3) en Etruria, que por traición fue tomada y devastada por los moros, y a ciertas islas de Frisia, contiguas al litoral germánico, que fueron depredadas por los normandos.

(1) Entre la caída del imperio de Occidente y el surgimiento del arte gótico, el período carolingio señala un breve pero importante renacimiento de la arquitectura. Esta se caracteriza por expresar nociones de grandeza y orden, asociadas a los ideales políticos imperiales. Las grandes construcciones se producen entre fines del siglo VIII y mediados del siglo IX, y muestran una fuerte influencia de la arquitectura del norte de Italia. El palacio de Aquisgrán, si bien dos veces menor que el de Constantinopla, superaba las mayores villas romanas. Son frecuentes amplias bóvedas y criptas, pinturas y mosaicos con motivos déla antigüedad y bíblicos. Además délos palacios de Aquisgrán elngelheim, son obras de importancia las abadías de Saint Riquier, Saint Laurent. y Germiny les Prés. La reconstrucción délos templos y monasterios manifiesta una íntima vinculación con la reforma eclesiástica.

(2) Estas obras navales son puramente defensivas y costeras; construcción de flotas en los ríos, reparación de faros y fortificaciones. Se reducen a una simple respuesta a los ataques del norte y del mediodía. Desde las invasiones árabes, que cierran el Mediterráneo, el imperio carolingio carece de dimensión marítima y comercial, y anunciael mundo feudal.

VIDA PRIVADA DE CARLOMAGNO

Esta fue, pues, su tarea en la defensa, ampliación y también en el embellecimiento del reino. Ahora comenzaré a hablar de sus cualidades espirituales y de su gran constancia en todas las situaciones, ya prósperas, ya adversas, así como de los demás aspectos relativos a su vida privada e íntima.

Sorprendió a todos que después de la muerte de su padre, cuando compartía el gobierno del reino con su hermano, soportara con tanta paciencia su odio y su envidia, sin responder jamás airadamente a las provocaciones de Carlomán.

MATRIMONIOS DE CARLOMAGNO

De inmediato, exhortado por su madre, tomó por esposa a la hija de Desiderio, rey de los longobardos, y no se sabe por qué causa luego de un año la repudió, y contrajo matrimonio con Hildegarda, mujer sueba de sobresaliente nobleza. De ella tuvo tres hijos, Carlos, Pipino y Luis, y otras tantas hijas, Rotruda, Berta y Gisla. Tuvo además otras tres hijas, Teodra-da, Hiltruda y Rotaida. Las dos primeras de su mujer Fastrada, que era del pueblo de los francos orientales, es decir, los germanos, y la tercera, de una concubina cuyo nombre no me viene a la memoria. Luego del fallecimiento de Fastrada tomó por esposa a la alamana Liutgarda, con quien no tuvo hijos. Después de su muerte tuvo cuatro concubinas: Madelgarda, que le dio una hija de nombre Rotilde; Gervinda, de estirpe sajona, de quien le nació una hija llamada Adeltruda; Regina, que dio a luz a Drogón y a Hugo; y Adelinda, de quien tuvo a Teodorico.

RELACION DE CARLOMAGNO CON SU MADRE Y CON SU HERMANA

Su madre Bertrada envejeció junto a él, rodeada de gran estima. El rey la honraba con la mayor reverencia y no hubo entre ellos discordia alguna, excepto cuando él se divorció de la hija del rey Desiderio, a quien había tomado por esposa siguiendo su consejo. Murió después de Hildegarda, cuando ya había visto tres nietos y otras tantas nietas en la casa de su hijo. Carlos dispuso un entierro con grandes honores en la basílica de Saint Denis, la misma en que fuera sepultado su padre.

Tenía sólo una hermana, llamada Gisla, que se había consagrado a la vida religiosa desde los años de su pubertad, a quien honró con el mismo afecto que a su madre. Murió pocos años antes que él, en el monasterio en que había vivido.

AFECTO DE CARLOMAGNO POR SUS HIJOS Y AMIGOS

Dispuso que sus hijos e hijas fueran instruidos primero en el estudio de las artes liberales, al cual él mismo se consagraba. Luego, una vez que los varones llegaron a la edad adecuada, hizo que practicaran la equitación y se ejercitaran en el uso de las armas y en la caza, según la costumbre franca. A sus hijas, en cambio, para que no fueran presa del ocio, ordenó que se las habituara al trabajo de la lana, así como al manejo de la rueca y del huso, y que se las educara para todas las actividades honestas.

De todos ellos solamente perdió dos hijos y una hija antes de su muerte: Carlos, que era el mayor, Pipino, al que había designado rey de Italia, y Rotruda, la primogénita de sus hijas, que había sido prometida a Constantino, emperador de los griegos. Sobrevivieron a Pipino un solo hijo, Bernardo, y cinco hijas, Adelaida, Atula, Gondrada, Bertaida y Teodrada. Dio el rey una gran prueba de su afecto por ellos, cuando muerto Pipino, hizo que el nieto lo sucediera y que las nietas se eduacaran junto a sus propias hijas. Aunque sobresalía por su grandeza de alma, le faltó resignación para soportar la muerte de sus hijos e hija, y su afecto filial, en el que no se destacaba menos, lo arrastró incluso a las lágrimas.

También cuando se le anunció la muerte del pontífice romano Adriano, a quien distinguía como el primero entre sus amigos, lloró por él como si hubiese perdido a un hermano o a un hijo muy querido. Manifestaba una excelente disposición hacia las amistades: las admitía con facilidad, las retenía con constancia, y distinguía con la más santa predilección a quienes había unido a sí por el afecto.

Puso tanto esmero en la educación de sus hijos e hijas, que nunca estando en su casa cenaba sin ellos, y no se dirigía a ningún lugar sin su compañía. Sus hijos cabalgaban junto a él y sus hijas lo seguían detrás, protegidas en las últimas filas por algunos guardaespaldas destinados a su cuidado.

Como sus hijas eran hermosísimas y muy amadas por él, no quiso -hecho sorprendente- que hombre alguno, compatriota o extranjero, tomara a ninguna de ellas por esposa. Por el contrario, hasta su muerte retuvo consigo a todas en su casa, alegando que no podía prescindir de su compañía. Y aunque en un sentido fue feliz, a causa de esta decisión debió tolerar la malignidad de la adversa fortuna. Pero lo disimuló como si nunca hubiera nacido ni se hubiera propagado acerca de ellas sospecha alguna de oprobio.

CONSPIRACION DE PIPINO CONTRA SU PADRE

Tenía de una concubina un hijo llamado Pipino, del cual, entre otros, aún no he hecho mención. Era de agradable aspecto, pero tenía una joroba. Mientras su padre, en guerra contra los hunos, pasaba el invierno en Baviera, Pipino, simulando una enfermedad, conspiró contra él con algunos de los nobles francos, que lo habían seducido con la vana promesa del reino. Luego de descubierto el engaño y castigados los culpables, Carlos le permitió que recibiera la tonsura en el cenobio de Prumia y que allí, como era su deseo, se consagrara a la vida religiosa.

OTRA CONSPIRACION

Con anterioridad tuvo lugar en Germania otra importante conjura contra Carlos. A algunos de sus autores se les privó de la vista, otros no sufrieron daños físicos, pero todos fueron deportados al exilio. Ninguno fue muerto, si omitimos a tres de ellos que, para no ser aprehendidos, se defendieron tomando sus espadas y provocaron algunas muertes. Como no pudieron ser reducidos de otra forma, fue necesario matarlos.

Se cree que la causa y origen de estas conjuras fue la crueldad de la reina Fastrada; y si en ambas ocasiones se conspiró contra el rey, ello ocurrió porque consintiendo la crueldad de su mujer, parecía haberse apartado desmedidamente de su natural benignidad y acostrumbrada mansedumbre. Durante el resto de su vida, en su casa y fuera de ella, recibió de todos muestras de amor y de afecto, y nunca nadie le reprochó el menor acto de injusta crueldad.


CARLOMAGNO Y LOS EXTRANJEROS

Amaba a los extranjeros y les prodigaba tantas atenciones cuando los recibía, que su enorme cantidad llegó a parecer con razón muy gravosa, no sólo para el palacio sino también para el reino. El, sin embargo, a causa de su magnanimidad, no sentía demasiado esta carga, pues la alabanza de su liberalidad y el don de su buena fama compensaban aun las incomodidades más grandes.

ASPECTO Y COSTUMBRES DE CARLOMAGNO

Tenía un cuerpo grande y robusto, y una estatura elevada, aunque no excesiva; en efecto, su altura era de siete pies. El vértice de su cabeza era redondo, sus ojos, grandes y penetrantes, su nariz, un poco mayor que la media, su cabellera, hermosa y cana, y su semblante, alegre y risueño. Por ello, tanto de pie como sentado, presentaba un aspecto de gran autoridad y dignidad. Aunque su cerviz era obesa y bastante corta y su vientre, algo abultado, la proporción de sus miembros era tal, que disimulaba estos rasgos. Caminaba con paso firme y tenía una postura varonil. Su voz era clara pero no demasiado adecuada al tamaño del cuerpo. Gozó de excelente salud, omitidos los últimos cuatro años de su vida, en que lo aquejaba una persistente fiebre, y llegó incluso a cojear. En aquel tiempo, actuaba más de acuerdo a su propio criterio, que a los dictámenes de los médicos, a los que aborrecía, porque pretendían persuadirlo a que abandonara las comidas asadas, a las que estaba acostumbrado, y se habituara a los platos cocidos.


EJERCICIOS PRACTICADOS POR CARLOMAGNO

Se ejercitaba asiduamente en la equitación y la caza, aficiones propias de su pueblo, ya que es difícil encontrar nación alguna en la tierra que iguale a los francos en estas habilidades. Lo deleitaban tambiénlas aguas termales, y practicaba con frecuencia la natación, en la que fue tan diestro, que nadie lo superaba. Por este motivo construyó un palacio en Aquisgrán, donde vivió sin interrupción los últimos años de su vida. No sólo invitaba a sus hijos, para que lo acompañaran en sus baños, sino también a los nobles y a sus amigos; en ocasiones, también a la multitud de sus guardaespaldas y centinelas, por lo que a veces se bañaban con él cien hombres o aún más.

VESTIMENTA DE CARLOMAGNO

Usaba la vestimenta nacional, es decir, la propia de los francos: cubría su cuerpo con una camisa y unos calzoncillos de lino; luego, una túnica con bordado de seda y cubrepiernas; y finalmente rodeaba sus piernas con pequeñas bandas y se ajustaba su calzado; en invierno se protegía la espalda y el pecho con una capa de piel de nutria o de rata; se envolvía con un sayo azul claro y siempre se ceñía una espada, cuya empuñadura y cinturón eran de oro o plata. Algunas veces usaba una espada cubierta con piedras preciosas, pero esto sólo en las principales fiestas o cuando recibía a los legados de las naciones extranjeras. Rechazaba las vestimentas de otros pueblos, aún las más hermosas, y nunca aceptaba vestirse con ellas, excepto cuando en Roma, una vez a pedido del pontífice Adriano, y otra, luego de acceder a las súplicas de su sucesor León, vistió una larga túnica, una clámide y calzados al estilo romano. En los días de fiesta se presentaba con un vestido tejido en oro, zapatos con piedras preciosas, y una fíbula aúrea que le ceñía el sayo. Lucía una diadema, también de oro, y se adornaba con piedras preciosas. Pero en los demás días su indumentaria se distinguía poco de la que caracterizaba a los hombres de su pueblo.

MODO DE VIDA DE CARLOMAGNO

Se conducía con moderación en la comida y en la bebida, especialmente en la bebida, ya que abominaba la ebriedad en cualquier persona, y más aún en él y en los suyos. En la comida, en cambio, no era capaz de abstenerse tanto, y se quejaba a menudo de que los ayunos dañaban su cuerpo.

Raramente ofrecía banquetes, sólo en las principales fiestas, y entonces lo hacía con gran número de invitados. La cena cotidiana constaba sólo de cuatro platos, además de la carne asada, que los cazadores solían colocar en el asador, y era la comida preferida por Carlos. Mientras cenaba oía algo de música o a un lector. Le leían historias y hechos de los antiguos. Lo deleitaban también las obras de San Agustín y especialmente, aquélla titulada La ciudad de Dios.

Era tan sobrio en el vino y en las otras bebidas, que raramente bebía más de tres veces durante la cena. En el verano, después del almuerzo, tomaba algunas frutas y se limitaba a beber una vez. Luego, quitándose los vestidos y calzados como solía hacer en la noche, descansaba dos o tres horas. Por las noches interrumpía su sueño cuatro o cinco veces, y entonces no sólo se despertaba, también se levantaba.

Mientras se calzaba y se vestía recibía a sus amigos y también a otras personas. Cuando el conde de palacio decía que había algún litigio que no podía ser resuelto sin su mandato, ordenaba de inmediato que hicieran entrar a los litigantes, y como si se sentara en un tribunal, una vez conocido el asunto del pleito, dictaba la sentencia (1). Además prescribía las distintas tareas que en ese día debían realizarse y disponía órdenes para cada uno de los servidores.

(1) El párrafo final que lo presenta dictando justicia en su habitación, mientras se vestía, construye la imagen del rey just iciero, que ha alimentado tantas leyendas.

CARLOMAGNO ESTUDIA LAS ARTES LIBERALES

Poseía una elocuencia abundante y copiosa, y podía expresar muy claramente aquello que quería. No contento con conocer sólo su idioma patrio, puso empeño en aprender lenguas extranjeras, entre las cuales a tal punto llegó a dominar el latín, que le era tan habitual hablar en esta lengua como en la suya propia. En cambio le era más fácil entender el griego que hablarlo. Además se expresaba con tanta soltura, que podía incluso aparecer como dicharachero.

Cultivó con gran pasión las artes liberales, y tanto admiraba a quienes las enseñaban, que les otorgó los mayores honores (1). Para aprender gramática oyó las lecciones del anciano diácono Pedro de Pisa, y en las demás disciplinas tuvo por preceptor a Alcuino, también llamado Albino, que era igualmente diácono, hombre sajón, nacido en Bretaña, y el varón más docto de su época. Empleó junto a él mucho tiempo y esfuerzo en el aprendizaje de la retórica, la dialéctica y principalmente, la astronomía. Aprendió el arte del cálculo e indagaba con sagaz atención y con mucha curiosidad el curso de los astros. Intentaba también escribir y solía tener bajo la almohada de su lecho tablas y codicilos para utilizar el tiempo libre en habituar su mano al trazado de las letras; pero puesto que comenzara la tarea demasiado tarde, obtuvo escasos resultados (2).

(1) Este afán por promover la actividad cultural va muy unido al intento práctico por organizar la administración del reino, y poner a los intelectuales al servicio de su proyecto político.

(2) El emperador fue figura central del renacimiento carolingio, tal como lo atestigua Eginardo, que nos muestra su afición porlas artes liberales. No oculta, sin embargo, la ignorancia y rusticidad del emperador, características de un señor feudal, y de una sociedad que conserva con di ficul lad los rudimentos de la antigua cultura clásica.

PIEDAD DE CARLOMAGNO

Practicó santamente y con suma piedad la religión cristiana, de la que se había imbuido desde su infancia, y por ello construyó en Aquisgrán una basílica de gran belleza, que adornó con oro, plata, lámparas, y también con rejas y puertas de bronce macizo. Ordenó que las columnas y mármoles necesarios para su construcción fueran traídos de Roma y Rávena, puesto que no había podido conseguirlos en otra parte.

Cuando su salud se lo permitía, jamás se mostraba remiso para ir a la iglesia, de mañana y de tarde, y también concurría a las oraciones de la noche y al sacrificio de la misa. Entonces se ocupaba con solicitud de que todo se hiciera con el mayor decoro, y advertía con frecuencia a los sacristanes, que no permitiesen que nadie llevara o dejara allí ninguna cosa inconveniente o sucia. Procuró gran cantidad de vasos sagrados de oro y plata, y de vestidos para los sacerdotes, de manera que en la celebración de la misa, ni los porteros, que pertenecen al último orden eclesiástico, tuvieran que ejercer su oficio en ropa de particular.

Puso gran empeño en enmendar el modo de leer y de cantar los salmos, y mostraba en ello gran destreza, aunque m leía en público, ni cantaba, sino en voz baja y en coro.


GENEROSIDAD DE CARLQMAGNO

Era muy generoso con los pobres y practicaba la desinteresada liberalidad que los griegos llaman limosna. Pero no se limitaba a hacerlo en su patria y en su reino. También acostumbraba enviar dinero más allá de los mares, a Siria, Egipto y Africa, -específicamente a Jerusalén, Alejandría y Cartago-donde sabía que los cristianos vivían en la pobreza y padecían una estrechez que provocaba su compasión. Por esta razón procuró la amistad de los reyes trasmarinos, con la intención de proporcionar algún alivio y consuelo a los cristianos necesitados que vivían bajo su dominación.

Por sobre los demás lugares sagrados y venerables, sentía devoción por la iglesia del apóstol San Pedro en Roma. A ella ofreció gran cantidad de riquezas que había reunido, en oro, plata, y también en piedras preciosas; y envió a los pontífices innumerables presentes. Durante todo el tiempo de su reinado, en nada puso más empeño y esfuerzos que en procurar que la ciudad de Roma prevaleciera con su antigua autoridad, y que la iglesia de San Pedro, protegida y defendida por él, fuera la más adornada y opulenta de todas las iglesias. Aunque tanto la estimó, en los cuarenta y siete años de su reinado, sólo se dirigió a ella cuatro veces, en cumplimiento de sus votos y para rezar.

CARLOS RECIBE EL TITULO DE EMPERADOR

Las causas de su último viaje a Roma no fueron sólo las mencionadas. El pontífice León, quebrantado por numerosas afrentas de los romanos, que le habían vaciado los ojos y amputado la lengua, había implorado la ayuda del rey. Por eso llegó a Roma con la intención de reparar la situación de la Iglesia, sumamente perturbada, y permaneció allí todo el invierno. Fue entonces que recibió el título de emperador y augusto. Al principio tanto se disgusto por ello que, según afirmó luego, si hubiera podido conocer aquel día la intención del pontífice, no habría entrado a la iglesia, por importante que fuera la festividad (1). Toleró sin embargo con una gran paciencia la envidia que el título recibido había provocado en los indignados emperadores de Constantinopla; y gracias a su magnanimidad, en la que era tan superior a ellos, logró vencer su resentimiento, enviándoles frecuentes embajadas y llamándolos 'hermanos' en sus cartas.

(1) El relato de Eginardo pretende presentar como improvisada la coronación de la navidad del 800. Alcuino, Teodulfo, y otros personajes cercanos a la corte habían allanado el camino para la coronación de Carlos. Los poetas lo habían celebradocomo "cabeza del mundo", "augusto", y "honor del pueblo cristiano". Los acontecimientos de Roma simplemente presentaron una ocasión propicia para llevar a cabo dicho proyecto. La supuesta ignorancia de Carlos seguramente pretendía menguar el recelo queesta consagración provocaría enlos emperadores de Constantinopla. Es por otra parte significativo cómo el prestigo de la dignidad imperial había sobrevivido en occidente a la caída del imperio romano.

PREOCUPACION DE CARLOS POR SU LENGUA NACIONAL

Después de recibir el título imperial, como advirtiera muchas carencias en las leyes de su pueblo, -pues los francos tienen dos leyes, bastante diferentes en muchos asuntos- proyectó agregar lo que faltaba a ellas, conciliar las discrepancias, y corregir los errores y la mala redacción. Pero sólo llegó a añadirles unos pocos artículos que no pudo terminar. Ordenó de todos modos que se registrara por escrito la legislación -hasta entonces transmitida oralmente- de todas las naciones que estaban bajo su dominio.

También hizo escribir, para que se conservara su recuerdo, los antiquísimos cantos bárbaros, que celebraban los hechos y las guerras de los viejos reyes. Comenzó además una gramática de la lengua nacional.

Utilizó ésta para nombrar los meses, que antes se designaban entre los francos, algunos por sus nombres latinos, otros por sus nombres bárbaros. Hizo lo mismo con los doce vientos, de los cuales sólo cuatro hasta entonces tenían denominación. Designó así a los meses: enero, wintarmanoth; febrero, hornung; marzo, lentzinmanoth; abril, ostarmanoth; mayo, winnemanoth; junio, brachmanoth; julio, heuvimanoth; agosto, aranmanoth; setiembre, witumanoth; octubre, windumema-noth; noviembre, herbistmanoth; diciembre, heilagmanoth.

Y llamó de este modo a los vientos:

al subsolano, ostroniwint (viento del este);

al euro, ostsundroni (viento del sureste);

al euro-austro, sundostroni (viento del sur-sureste);

al austro, sundroni (viento del sur);

al austro-áfrico, sundwestroni (viento del sur-suroeste);

al áfrico, westsundroni (viento del sur oeste);

al zéfiro, westroni, (viento del oeste);

al choro, westnordroni (viento del noroeste);

al circio, nordwestroni (viento del nor-noroeste);

al septentrión, nordroni (viento del norte);

al aquilón, nordostroni (viento del nor-noreste);

y al vulturno, ostnordroni (viento del nordeste).

DESIGNACION DE LUIS COMO EMPERADOR

Al final de su vida, ya apremiado por la enfermedad y la vejez, llamó a su lado a Luis, rey de Aquitania, único sobreviviente de los hijos que le había dado Hildegarda. Y una vez congregados solemnemente los proceres de todo el reino franco, con el asentimiento general, designó a Luis como su socio en la totalidad del reino, y heredero del título imperial; luego de poner sobre su cabeza la diadema, ordenó que fuera llamado emperador y augusto. Esta decisión fue recibida con la aprobación unánime de los presentes, pues les pareció inspirada por Dios para utilidad del reino. Aumentó así su prestigio e infundió no poco terror a las naciones extranjeras. Luego de enviar a su hijo de regreso a Aquitania, y aunque se hallaba consumido por la vejez, Carlos, como era su costumbre, partió de cacería, no lejos de su palacio de Aquisgrán. Ocupó así el tiempo que restaba del otoño y regresó a Aquisgrán hacia las calendas de noviembre.



DESIGNACION DE LUIS COMO EMPERADOR

Mientras pasaba allí el invierno, en enero cayó en cama, presa de una fuerte fiebre. Enseguida se prescribió una dieta en su comida, tal como acostumbraba cuando estaba afiebrado, y pensó que la abstinencia podría curar la enfermedad o por lo menos mitigarla. Pero luego se agregó a la fiebre un dolor de costado, que los griegos llaman pleuresía, y como continuaba en su dieta, sustentándose sólo con una escasa bebida, murió a los siete días de caer en cama, habiendo recibido la santa comunión, en el año setenta y dos de su vida, y a cuarenta y siete del comienzo de su reinado, el quinto día de las calendas de febrero, a la tercera hora del día.

ENTIERRO DE CARLOMAGNO

Luego de lavado y ungido según el rito habitual, su cuerpo fue llevado a la iglesia e inhumado, ante el inmenso dolor de todo el pueblo. Al principio surgieron dudas acerca del sitio en que convenía enterrarlo, porque en vida nada había dispuesto sobre ello. Finalmente todos convinieron en que ningún lugar era más adecuado para su tumba que aquella basílica que él mismo, de su peculio, construyó en Aquisgrán, por amor de Dios y de nuestro señor Jesucristo y en honor de su santa y por siempre virgen madre. Allí fue sepultado el mismo día de su muerte, y sobre su tumba se construyó un arco dorado con su imagen y una inscripción, que reza:

BAJO ESTA PIEDRA DESCANSA EL CUERPO

DE CARLOS, GRANDE Y ORTODOXO EMPERADOR,

QUIEN NOBLEMENTE AMPLIO EL REINO DE LOS FRANCOS

Y CON FELICIDAD LO RIGIO DURANTE CUARENTA Y SIETE AÑOS.

MURIO SEPTUAGENARIO EN EL AÑO DEL SEÑOR DCCC XIV, INDICCION VII, EL V DE LAS CALENDAS DE FEBRERO.

PRESAGIOS DE LA MUERTE DE CARLOS

Fueron muchos los presagios del fin que se acercaba, y todos, incluido él mismo, sintieron que éste era inminente.

Durante los últimos tres años de su vida hubo frecuentes eclipses de sol y de luna, y durante siete días se vio en el sol una mancha oscura. El pórtico que había construido con pesados materiales, entre la basílica y el palacio, se derrumbó súbitamente hasta sus cimientos, el día de la ascención del Señor. También el puente que construyó en Maguncia, sobre el río Rin, durante diez años de ingente labor, -admirable obra en madera, que se pensaba debía durar por siempre-, se incendió casualmente y en tres horas no quedó ni una sola astilla, si exceptuamos la superficie cubierta por el agua.

El mismo Carlos, mientras conducía la última expedición a Sajonia contra Godofredo, rey de los daneses, cierto día, luego de abandonar el campamento y ponerse en camino antes de la salida del sol, vio una antorcha muy luminosa, que caía repentinamente del cielo y atravesaba el aire sereno de derecha a izquierda. Todos se sorprendieron y se preguntaron qué presagiaba esta señal, cuando el caballo en que montaba el rey bajó súbitamente la cabeza, cayó, y lo arrojó con tal fuerza a tierra, que debió ser levantado por sus servidores, que llegaron a toda prisa; la fíbula de su manto estaba rota, el tahalí de su espada, arrancado, y él se hallaba desarmado y sin su manto; también un venablo, que sostenía con fuerza, se escurrió de su mano y quedó a una distancia de veinte pies o quizás más.

A esto hay que añadir los frecuentes temblores en el palacio de Aquisgrán, y un continuo crujir de los artesonados en los aposentos en que residía. Además, un rayo caído del cielo alcanzó la basílica en la que luego sería sepultado, y la manzana de oro que adornaba la cúspide del techo fue arrancada por el golpe y lanzada sobre la casa episcopal contigua. Ka basílica tenía, en el margen de la cúpula que rodeaba la parle interior del templo, entre los arcos superiores c inferiores , una inscripción en letras rojas que decía quién era el fundador del mismo. En el último verso se podía leer "KAROLUS PRINCEPS". Algunos notaron que pocos meses antes de su muerte, aquellas letras que decían "PRINCEPS" se habían borrado tanto, que ya no podían leerse. Pero Carlos disimuló o desdeñó todos estos presagios, como si en modo alguno tuvieran que ver con sus asuntos.

TESTAMENTO DE CARLOMAGNO

Resolvió hacer un testamento en el cual designó como herederos de parte de sus bienes, a sus hijas y a los hijos de sus concubinas, pero como lo comenzó tarde, no llegó a darle término. Sin embargo, tres años antes de su muerte hizo la divisón de sus tesoros, dinero, vestidos y algunos muebles ante sus amigos y servidores, y les encomendó que luego de su deceso se cumpliera por sus buenos oficios la distribución que había realizado. Luego hizo consignar en un inventario lo que habría de hacerse con cada una de las partes de la división.

He aquí lo que su texto dispone:

En el nombre del Señor Dios omnipotente, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ésta es la descripción de la división realizada por el muy glorioso y devoto señor Carlos, emperador augusto, en el año 811 de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, 43o de su reinado en Francia, 36o de su reinado en Italia y lio del imperio, en la 4a indicción. Con pía y prudente consideración ordenó que se realizara todo lo dispuesto, y llevó a cabo, con la anuencia del Señor, la división de los tesoros y del dinero que se encontró aquel día en su cámara.

Así quiso sobre todo tomar providencia no sólo para que se llevara a cabo con su dinero, y de manera ordenada y metódica, la caridad de las limosnas, que los cristianos practican habitualmente, sino también para que, eliminada toda ambigüedad, sus herederos pudieran conocer con claridad lo que pertenecería a cada uno, y dividir de este modo las partes sin litigio ni contienda.

Con esta intención y con este propósito dividió primero en tres partes todos los objetos y bienes muebles de oro, plata, piedras preciosas u ornamento real encontrados aquel día, como ya se dijo, en su cámara. Una de estas partes la reservó íntegra; y subdividió las otras dos en veintiuna, -tal es el número de ciudades metropolitanas de su reino- a fin de que cada una de las metrópolis recibiera una de esas partes por mano de sus herederos y amigos, y a título de limosna. Luego los arzobispos rectores de las iglesias metropolitanas dividirirían cada uno de los lotes, de este modo: un tercio, para su iglesia; y los otros dos, a distribuir entre sus sufragáneos.

Cada una de las porciones divididas entre las veintiuna ciudades metropolitanas, a partir de las dos primeras partes, se guardó en un cofre, separada de la otras, con la inscripción de la ciudad a la cual debería finalmente enviarse. Los nombres de las metrópolis destinadas a recibir esta limosna o largueza son: Roma, Rávena, Milán, Friul, Grado, Colonia, Maguncia, Juvavum, llamada también Salzburgo, Tréveris, Sens, Besan-zón, Lyon, Rouen, Reims, Arles, Viena, Darantasia, Embrun, Burdeos, Tours y Bourges.

Habiéndose guardado bajo sello estos dos tercios, divididos como ya se dijo, dispuso que la única parte que quiso reservarse íntegra, compuesta por bienes, que consta no han sido alienados por ninguna obligación, del dominio de su poseedor, se empleara para su sustento cotidiano, mientras él permaneciera con vida, o juzgara que su uso le era necesario.

Luego de su muerte o de su renuncia voluntaria a los bienes terrenales, esta parte se subdividiría en cuatro: una de ellas se agregaría a las referidas veintiuna; otra, habría de dividirse de forma justa y razonable, entre sus hijos e hijas, y los hijos e hijas de sus hijos; la tercera, como era costumbre entre los cristianos, se repartiría entre los pobres; y la cuarta, se distribuiría de igual modo, a título de limosna, para sustento de los servidores y servidoras del palacio.

A esta tercera parte del total, consistente, como las otras dos, en oro y plata, quiso que se añadieran todos los vasos y utensilios de bronce, hierro u otros metales, sus armas, sus vestidos, y sus bienes muebles, preciosos o comunes, y de variados usos, tales como cortinas, cobertores, tapices, fieltros, pieles, albardas y todo lo encontrado ese día en su cámara y en su guardarropa. Incrementó así este lote para que las limosnas pudiesen llegar a mayor número de personas.

Ordenó que su capilla, es decir, el servicio eclesiástico, permaneciese íntegra y sin ninguna división, tanto lo que él había alcanzado a reunir, como lo que había recibido por herencia paterna. Si se encontraran vasos, libros, u otros ornamentos, que claramente constara no hubieran sido donados por él a dicha capilla, quien quisiera podría poseerlos, previo pago de un precio razonable. Resolvió igualmente que los interesados en poseer los numerosos libros que integraban su biblioteca, pudieran adquirirlos por un precio justo, y que el dinero obtenido se distribuyera entre los pobres.

Entre otros tesoros y riquezas, se sabe que poseía tres mesas de plata, y una de oro, de gran tamaño y muy pesada. Determinó que una de ellas, de forma cuadrangular, que tenía grabado un plano de la ciudad de Constantinopla, fuera llevada a Roma, a la basílica del apóstol S

Estas resoluciones fueron tomadas y establecidas por Carlos en presencia de los obispos, abades y condes que entonces pudieron hacerse presentes, cuya nómina es la que sigue:

Obispos: Hildebaldo, Ricolfo, Arn, Wolfario, Bernoino, Laidrado, Juan, Teodulfo, Jesse, Heito y Waltgaudo.

Abades: Fridugiso, Adalungo, Bngilberlo e Irmino.

Condes: Walah, Meginhcr, Otulfo, Esteban, Unruoco, Burcardo, Meginardo, Hatto, Ricuino, Edo, Ercangario, Geroldo, Bero, Hildigerno y Rocolf'o.

Luego de su muerte lo sucedió por voluntad divina su hijo Luis, quien luego de tomar conocimiento de estas disposiciones, puso el mayor empeño en llevarlas a cabo tan rápidamente como le fue posible.