Al final de su vida, ya apremiado por la enfermedad y la vejez, llamó a su lado a Luis, rey de Aquitania, único sobreviviente de los hijos que le había dado Hildegarda. Y una vez congregados solemnemente los proceres de todo el reino franco, con el asentimiento general, designó a Luis como su socio en la totalidad del reino, y heredero del título imperial; luego de poner sobre su cabeza la diadema, ordenó que fuera llamado emperador y augusto. Esta decisión fue recibida con la aprobación unánime de los presentes, pues les pareció inspirada por Dios para utilidad del reino. Aumentó así su prestigio e infundió no poco terror a las naciones extranjeras. Luego de enviar a su hijo de regreso a Aquitania, y aunque se hallaba consumido por la vejez, Carlos, como era su costumbre, partió de cacería, no lejos de su palacio de Aquisgrán. Ocupó así el tiempo que restaba del otoño y regresó a Aquisgrán hacia las calendas de noviembre.
DESIGNACION DE LUIS COMO EMPERADOR
Mientras pasaba allí el invierno, en enero cayó en cama, presa de una fuerte fiebre. Enseguida se prescribió una dieta en su comida, tal como acostumbraba cuando estaba afiebrado, y pensó que la abstinencia podría curar la enfermedad o por lo menos mitigarla. Pero luego se agregó a la fiebre un dolor de costado, que los griegos llaman pleuresía, y como continuaba en su dieta, sustentándose sólo con una escasa bebida, murió a los siete días de caer en cama, habiendo recibido la santa comunión, en el año setenta y dos de su vida, y a cuarenta y siete del comienzo de su reinado, el quinto día de las calendas de febrero, a la tercera hora del día.
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