lunes, 1 de marzo de 2010

LOS ULTIMOS REYES MEROVINGlOS

(1) Se cree que la familia de los Merovingios, de la cual solían los francos elegir sus reyes, subsistió hasta el rey Chil-derico, quien por mandato del pontífice romano Esteban, fue depuesto, tonsurado y encerrado en un monasterio (2). Aunque parezca que la dinastía llegó a su fin con él, hacía ya mucho tiempo que carecía de todo vigor, y no se distinguía sino por ostentar el nombre vano de rey. Las riquezas y el poder del reino estaban en manos de los prefectos de palacio, llamados mayordomos, a quienes pertenecía el poder supremo. Y no quedaba al rey otra cosa que contentarse con su titulo, sentarse en el trono con su larga cabellera y su copiosa barba, fingiendo aspecto de soberano, escuchar a los legados que venían de todas partes y darles cuando partían, como si emanaran de su poder, las respuestas que le eran sugeridas y aun ordenadas. Además del inútil título real y de un precario estipendio, que para su subsistencia le otorgaba a su arbitrio el prefecto de la corte, no poseía en propiedad más que una villa, y ella de muy poco rédito, en la que tenía su morada y unos pocos criados encargados de su cuidado y de suministrarle lo necesario. Si tenía que dirigirse a algún lugar, iba en un carro tirado por una yunta de bueyes y conducido por un boyero, a la manera campesina. Así solía ir al palacio y a la asamblea de su pueblo, que anualmente se celebraba para utilidad del reino (3); así solía volver a su casa.

De la administración del reino y de todo lo que debía ser decidido o realizado, tanto en lo interno como en lo externo, se ocupaba el prefecto de palacio.


(1) Este capítulo es una délas páginas más felices y conocidas de Eginardo: retrato fresco, gráfico y finamente irónico de la decadencia de los últimos merovingios.

(2) La deposición de Childerico III, que se narra en este capítulo, conocida como el golpe de estado del 751, es legitimada por la sentencia del papa, de acuerdo a la cual convenía llamar rey al que poseía el poder real, y no a quien carecía de él. Este hecho trascendente y minuciosamente preparado marca el cambio de dinastía y el advenimiento de los carolingios, acelera el fin delaromaniay el predominio del norte germanizado y feudal, hacia donde se desplaza el centro de gravedad de Europa. Además reafirma la alianza del reino franco y el papado, que continuará Carlomagno.

(3) Estas asambleas eran habituales en los pueblos germánicos. Los francos las celebraban anualmente, y se integraban por el ejército en armas. Cumplían funciones de consejo (aprobaban cargas fiscales) y de tribunal dedicado a juzgar casos de alta traición.